que dice con su pluma:
-¡Barro es mi profesión!-
y alcanza con La Luna
eterna sombra, El Sol.
La estrella no te alcanza
y huyes del cielo azul,
no aguantan y descansan
de ti muros y luz.
III.
Reflejas en tu tez
-tez propia de un cautivo-
gotas de sangre y miel
y la ofreces al hijo
del astro y la pared.
IV.
Rojo es tu corazón.
Lloró entonces La Rubia
-que no desconsoló
ni a la caída de Rusia-
de desesperación.
V.
Volaste por Jaén,
sufriste las argollas.
Cervantes de Miguel,
viejo clásico, aroma
parisino a la vez.
VI.
Más sé: Que tu ataúd
letras rebosaría.
No albergaba una cruz,
portaba tu poesía,