jueves, 8 de diciembre de 2011

A Miguel Hernández



Al Niño de Orihuela

 I.
¡Adivina! Un pastor
que dice con su pluma:
-¡Barro es mi profesión!-
y alcanza con La Luna
eterna sombra, El Sol.
 
II.
Dime quién eres tú.
La estrella no te alcanza
y huyes del cielo azul,
no aguantan y descansan
de ti muros y luz.

III.
Reflejas en tu tez
-tez propia de un cautivo-
gotas de sangre y miel
y la ofreces al hijo
del astro y la pared.

IV.
Rojo es tu corazón.
Lloró entonces La Rubia
-que no desconsoló
ni a la caída de Rusia-
de desesperación.

V.
Volaste por Jaén,
sufriste las argollas.
Cervantes de Miguel,
viejo clásico, aroma
parisino a la vez.

VI.
Más sé: Que tu ataúd
letras rebosaría.
No albergaba una cruz,
portaba tu poesía,

obra de Belcebú.


Dibujo de Adrián Trujillo, poema de Saúl Subías

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